El palacio Hechizado
I
En el mas verde de nuestros valles,
habitado por angeles buenos,
hubo en una ocacion un majestuoso palacio de ensueño,
un radiante palacio, que alzaba su cabeza.
¡En los dominios del monarca Pensamiento,
ahí estaba!
Jamas un serafin extendió un ala
sobre algo ni la mitad de bello.
II
Banderas amarillas, gloriosas, doradas,
sobre su tejado flotaban y ondeaban
esto-todo esto- fue en los viejos tiempo de hace mucho);
y a cada suave brisa que jugueteaba,
en ese dulce dia,
junto a las murallas empenachadas y pálidas,
se elevaba un aroma alado.
III
Los que vagaban por ese feliz valle
veian, a través de dos luminosas ventanas,
espiritus que se movian musicalmente
al son de un laud bien afinado,
alrededor de un trono, donde sentado
(¡Porfirogene!)
es un estado digno de su gloria,
podia verse al soberano del reino.
IV
Y refulgiendo con perlas y rubies
estaba la puerta del palacio de ensueño,
a traves del cual brotaban, brotaban, brotaban
centelladon constantemente,
un tropel de Ecos cuyo dulce deber,
no era mas que cantar,
con voces de incomparable belleza,
el talento y la sabiduria de su rey.
V
Pero seres malvados, con ropajes de luto,
asaltaron la elevada posicion del monarca;
(¡ Ah, lloremos, pues nunca el mañana
amanecerá sobre él, desolado!)
Y, en torno a su hogar, la gloria
que encendia sus colores y florecia
no es hoy mas que una historia apenas recordada
de los viejos tiempos sepultados.
VI
Y los viajeros que cruzan ahora ese valle,
a traves de las rojizas ventanas ven
enormes formas que se mueves fantasticamente
al son de una discordante melodia;
mientras, como un rapido y horrible rio,
a traves de la palida puerta,
una horrenda turba se precipita eternamente,
y rie, pero no sonrie nunca.
Edgar Allan Poe
En el mas verde de nuestros valles,
habitado por angeles buenos,
hubo en una ocacion un majestuoso palacio de ensueño,
un radiante palacio, que alzaba su cabeza.
¡En los dominios del monarca Pensamiento,
ahí estaba!
Jamas un serafin extendió un ala
sobre algo ni la mitad de bello.
II
Banderas amarillas, gloriosas, doradas,
sobre su tejado flotaban y ondeaban
esto-todo esto- fue en los viejos tiempo de hace mucho);
y a cada suave brisa que jugueteaba,
en ese dulce dia,
junto a las murallas empenachadas y pálidas,
se elevaba un aroma alado.
III
Los que vagaban por ese feliz valle
veian, a través de dos luminosas ventanas,
espiritus que se movian musicalmente
al son de un laud bien afinado,
alrededor de un trono, donde sentado
(¡Porfirogene!)
es un estado digno de su gloria,
podia verse al soberano del reino.
IV
Y refulgiendo con perlas y rubies
estaba la puerta del palacio de ensueño,
a traves del cual brotaban, brotaban, brotaban
centelladon constantemente,
un tropel de Ecos cuyo dulce deber,
no era mas que cantar,
con voces de incomparable belleza,
el talento y la sabiduria de su rey.
V
Pero seres malvados, con ropajes de luto,
asaltaron la elevada posicion del monarca;
(¡ Ah, lloremos, pues nunca el mañana
amanecerá sobre él, desolado!)
Y, en torno a su hogar, la gloria
que encendia sus colores y florecia
no es hoy mas que una historia apenas recordada
de los viejos tiempos sepultados.
VI
Y los viajeros que cruzan ahora ese valle,
a traves de las rojizas ventanas ven
enormes formas que se mueves fantasticamente
al son de una discordante melodia;
mientras, como un rapido y horrible rio,
a traves de la palida puerta,
una horrenda turba se precipita eternamente,
y rie, pero no sonrie nunca.
Edgar Allan Poe
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